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jueves, 25 de junio de 2015

TEXTOS DE HISTORIA MODERNA, PARCIAL II del 15/07/2015

Se apropia [el tirano] de los bienes de los individuos y los malgasta, poseído como está por los innobles vicios de la codicia, la avaricia, la crueldad y el fraude (…) Los tiranos, en verdad, intentan dañar y arruinar a todos, pero dirigen su ataque especialmente contra los ricos y los hombres honrados en todo el reino. Consideran lo bueno más sospechoso que lo malo y la virtud que les falta les es más formidable (…) Expulsan a los mejores hombres de la comunidad bajo el principio de que quien sea exaltado en el reino debe ser derribado (…) Exprimen a todo el resto, de forma que no puedan unirse, demandándoles nuevos tributos diariamente, promoviendo peleas entre los ciudadanos y uniendo una guerra a otra. Construyen grandes obras a costa y sufrimiento de los ciudadanos.(…) El tirano teme necesariamente que quienes aterroriza y mantiene como esclavos intenten derrocarle (…). Así que prohíbe que los ciudadanos se reúnan, las asambleas y la discusión común de los asuntos de la comunidad, quitándoles mediante métodos de policía secreta la oportunidad de hablar y escuchar libremente, de forma que ni siquiera se les permite quejarse libremente.
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Sólo un loco intentaría separar esos valores en forma que un precio legal deba diferir del natural. No es la locura, sino la maldad del gobernante la que ordena que una cosa que el común de la gente valora, supongamos a cinco, deba venderse por diez. Los hombres se ven guiados en esta materia por la estimación común basada en consideraciones de la calidad de las cosas y de su abundancia o escasez. Sería vano para un príncipe buscar socavar estos principios del comercio. Es mejor dejarlos intactos en lugar de asaltarlos por la fuerza en detrimento del público.

Juan de Mariana, De Rege, 1599

La prosperidad del comercio depende de una profunda industria en dar valor a todos los frutos naturales del Reino en todos los diferentes usos en que pueden ser empleados. Para lo cual es necesario tener anualmente relaciones puntuales de todo lo que se produce en Francia, de lo que consume, de lo que envía a países extranjeros y de lo que recibe, a fin de hacer un cómputo del valor de las mercancías o efectos de que se descarga por su abundancia con el valor de los que recibe por necesidad. Es preciso también saber cuánto ha de pagar en especies de oro y plata por los géneros que recibe a más de los equivalentes naturales que entrega; porque no se puede dudar de que sus equivalentes no la compensan enteramente. La prueba es evidente por el gran número de navíos extranjeros que entran en los puertos de Francia cargados en parte con mercancías finas, y que se vuelven los unos con géneros de lana, los otros con efectos de mayor volumen y por consiguiente de menos valor. Y como de esta falta de equivalencia resulta que los extranjeros se enriquecen y el Reino se empobrece, es necesario sacar el desquite por los medios más naturales.
El primer medio: aumentar todas las producciones del Reino, buscando la naturaleza donde ha sido menospreciada, y ayudarla con arte según el ingenio y habilidad particular de cada provincia.
Segundo medio: descargar el Reino de todas las especies que produce y fabrica con superabundancia.
Tercer medio: hacer que tomen los extranjeros estos sobrantes por su más subido precio.
Cuarto medio: no recibir las mercancías extranjeras sino al más bajo precio posible y a cambio de estos sobrantes.
Quinto medio: impedir la mala costumbre de la extracción de las especies de oro y plata fuera del Reino.
Sexto medio: hacer volver y sostener los cambios extranjeros a un curso proporcionado al valor intrínseco de las monedas de oro y plata del Reino.

Jean-Baptiste Colbert, Memorándum de Comercio, 1664


El mal existe sobre la tierra, y es burlarse de mí decir que mil infortunados componen la felicidad. Sí, existe el mal, y pocos hombres querrían recomenzar su recorrido, quizá uno sobre cien mil. Y cuando se me dice que esto no podía ser de otra manera, se ultraja a la razón y a mis dolores. (...). El optimismo es desesperante. Es una filosofía cruel bajo un nombre consolador. ¡Helo aquí! Si todo está bien cuando todo está en el sufrimiento, podemos entonces pasar por mil mundos, donde se sufrirá, y donde todo estaré bien. Se irá de desgracia en desgracia, para estar mejor. Si todo está bien, ¿cómo pueden admitir los leibnicianos algo mejor? Ese mejor, ¿no es una prueba de que todo no está bien? ¿Quién sabe si Leibniz no esperaba eso mejor? Entre nosotros, mi querido Señor, Leibniz y Shaftesbury, Bolingbroke y Pope, sólo soñaron tener inteligencia. Por lo que a mí respecta, sufro y lo digo; y os digo con la misma sinceridad que tengo muchas ganas de ir a Berna para agradeceros vuestras amabilidades y las del Señor de Freudenreich. Conocéis todas las novedades: todo está bien en Francia, la Señora de Pompadour se ha hecho beata, y ha tomado a un jesuita como confesor.

Voltaire, Carta a D. Elias Bertrand, Monrion, 18 de febrero de 1756